Ejercer la crítica para hacer que los demás corrijan sus
errores es adentrarse en terreno pantanoso: puede herir la dignidad del otro y
provocar un efecto no deseado. Una ofensa a nuestro orgullo nos desmotiva, nos
conduce a la inacción.
Si queremos mejorar el desempeño de otros, podemos, sin
embargo, reformular la manera como nos expresamos, diciendo lo mismo, pero sin
dañar al otro y así obtener resultados muy distintos.
Dale Carnegie nos brinda una serie de consejos de mucha
utilidad para expresar nuestras opiniones con un resultado productivo y
efectivo.
Empiece con elogio y aprecio sincero.
Un elogio sincero favorece la escucha atenta. El receptor de
la comunicación percibe el mensaje con más interés, menor resentimiento y mayor
predisposición al cambio.
Dale Carnegie, habla de diversas experiencias en el ámbito
de los negocios en las que se describe como, al poner en marcha este principio,
los colaboradores no sólo corrigen sus errores, sino que se esfuerzan por
mejorar las tareas, se vuelven más productivos y más amables con los clientes.
Un simple elogio puede dar la vuelta por completo a la percepción de un mensaje
y, por ende, a su resultado.
Haga preguntas, en lugar de dar órdenes
No nos gusta que nos señalen nuestros errores o que nos den
órdenes. Plantear preguntas de forma indirecta y sutil hará que las personas se
sientan involucradas y que resulte más fácil convencerlas para desarrollar una
tarea.
El rencor por unas palabras desconsideradas puede durar
mucho tiempo, aunque éstas se hayan emitido con la intención de corregir una
situación inadecuada. Por el contrario, cuando se propone una acción en la
forma idónea, y no se lastima a nadie, se activa el deseo y la motivación para
llevarla a cabo.
Hable de sus propios errores antes de criticar los de los
demás
Es bastante más fácil aceptar los errores propios cuando el
que critica da ejemplo. Hacer autocrítica y hablar con humildad favorece la
escucha del otro, esto ayuda a que reflexione sobre sus propias equivocaciones.
Esta fórmula incluso puede convertir una persona orgullosa en un fiel aliado.
Permita que la otra persona salve su propio prestigio
Cuando alguien se equivoca, es mejor mostrar empatía y
detenerse a reflexionar sobre lo ocurrido realmente. Optar por salvar el
prestigio de una persona significa hacerle saber que confiamos en ella a pesar
del error, que creemos en sus capacidades y habilidades y en su potencial.
Esto se puede lograr si comentamos lo que ha hecho bien, si
hacemos un refuerzo positivo. De este modo aumentamos la probabilidad de que la
persona se esfuerce para no volver a fallar, afianzado así su lealtad.
Cuando le reconocemos a alguien su valor como profesional,
salvaguardando su reputación, hace que quiera conservarla y trabaje para
mantenerla.
Elogie el más pequeño progreso y además, cada progreso. Sea
caluroso en su aprobación y generoso en sus elogios.
Ya a mediados del siglo pasado, Skinner, un reconocido
psicólogo de la escuela conductista, demostró a través de sus estudios con
animales y personas que -para cambiar la conducta, funciona mejor el refuerzo
que el castigo.
Es inherente al ser humano el deseo de aprecio y
reconocimiento. Famosos escritores como Dickens llegaron a ser grandes gracias
a la magia de un elogio a tiempo.
En definitiva, una mala crítica puede marchitar las
capacidades mientras que un comentario bien enfocado se transforma en un
poderoso instrumento de aprendizaje con el que aumenta la probabilidad de que
las personas exploten todo su potencial.
Si damos confianza transmitimos nuestra fe en el las otras
personas, comprobaremos cómo los demás intentan superarse a sí mismos, ya que
la esperanza y la autoconfianza son la clave para conquistar el progreso.
“La confianza es un edificio difícil de construir, fácil de demoler
y muy difícil de reconstruir” – Augusto Cury.
Descargue gratuitamente el Libro de Oro de Dale Carnegie y conozca todos sus Principios fundamentales